Las diez claves para salir del COVID-19 sin quebrar nuestro futuro económico

Como elemento clave para una recuperación sostenible en el tiempo, la confianza requiere un marco político, institucional, fiscal y normativo robusto y estable. En mi última entrega en El Blog Salmon reflexionamos brevemente sobre los elementos que, en mi opinión, deberían conformar nuestro complejo y delicado mecanismo de salida.

Leer el artículo completo: diez claves para salir del COVID-19 sin quebrar nuestro futuro económico

Confianza

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Las previsiones económicas para España en 2021 están sometidas a un muy elevado nivel de incertidumbre, y no tienen del todo cuenta el importante potencial de despegue la economía española, pese a sus importantes debilidades estructurales. Hay un indicador clave que podríamos ver transformado en multiplicador de crecimiento tan pronto como regrese con fuerza el más importante activo intangible para una economía: la confianza.

Sobre este aspecto reflexiona mi artículo de abril en El Blog Salmon.

Leer entrada completa: Todo lo que están haciendo gobierno y Unión Europea frente a la crisis económica fallará si no conseguimos lo que más nos falta: confianza

2021: un panorama complicado

Lo que los indicadores actuales de coyuntura y los diferentes análisis disponibles nos dibujan por el momento es un panorama muy complicado para nuestro país (y para muchos otros) en 2021.

Mi nuevo artículo en El Blog Salmçon reflexiona sobre ello y sobre la importancia de un análisis honesto y detallado de las múltiples previsiones económicas y estudios de coyuntura, que contemplados en conjunto ofrecen al analista un mapa de posibles escenarios de actuación.

Leer artículo completo: La utilidad de las previsiones económicas

Se gestionan las cosas; se lideran las personas

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Aunque no es la primera vez que el mundo se enfrenta a una situación de incertidumbre y desorientación global de tal magnitud, ahora lo hace desde una realidad social y tecnológica completamente distinta, con viejos paradigmas en desintegración e instituciones en cuestión. Sin embargo, ello no significa que no podamos aprender de los ejemplos del pasado.

Mi última colaboración con Sintetia un personaje extraordinario, una enorme mujer, una oficial de marina cuya historia de determinación, proactividad y rebeldía serena nos deben inspirar en estos tiempos inciertos: Grace Murray Hopper (1906-1992).

Leer el artículo: Navegar en aguas inciertas: lecciones de vida y gestión con Grace Murray

Cómo organizar nuestra información sin morir en el intento

Este post responde a las cuestiones de algunos de mis lectores y, en especial, al interés de mi apreciado Jesús Puertas (alias @JesusEconomics en Twiiter) sobre mi forma de gestionar grandes cantidades de información, interés que me comprometí a satisfacer hace ya varias semanas mediante una entrada en este blog. Y como lo prometido es deuda, hoy compartiré con ustedes algunas claves de ese sistema personal. No pretendo, ni mucho menos, que constituyan un ejemplo a seguir, sino solo constatar que A MÍ me funcionan. Dicho esto, empezamos.

1. El caos no es una opción: desarrolla tu propio sistema.

Cuando manejamos grandes cantidades de información en formatos muy diversos (documentos de texto, imágenes, hojas de cálculo, enlaces web, recortes, clips de audio, correos electrónicos...), lo más importante es desarrollar un método propio de trabajo con el que nos sintamos cómodos y obtengamos resultados observables, así como mantenerlo y perfeccionarlo en el tiempo con autodisciplina y perseverancia. Se trata, sobre todo, de generar automatismos que nos ayuden a mantenernos organizados sin dedicar demasiado esfuerzo consciente a ello. Como dijo Cayo Plinio el Joven, "el hábito es el maestro más eficaz". No voy a resaltar aquí las excelencias de  conocidos sistemas de organización personal; pueden ustedes investigar, probar y aprender, así como tomar nota de los ejemplos positivos (y negativos) que observen en su devenir diario. En palabras de Francisco Alcaide y Laura Chica:  

2. Que no te entierren los archivos...

Uno de los primeros quebraderos de cabeza que todo profesional debe afrontar es el archivo y tratamiento de todos los documentos digitales necesarios para desarrollar su trabajo con eficacia. En este punto, mi recomendación se basa en tres principios básicos: orden, simplicidad y facilidad de acceso. ¿Cómo los aplico en mis tareas cotidianas? Aquí unas ideas:

  • Crear un sistema de carpetas agrupado en áreas temáticas o proyectos. No es necesario complicarse la vida haciendo muchas subdivisiones o subcarpetas, ello solo ralentizará nuestro trabajo. Cuanto más simple, lógico y acorde con nuestros esquemas mentales sea el árbol de archivos, mucho mejor.

  • Nombrar los ficheros correctamente. A mi entender, este es un proceso esencial, porque nos facilitará mucho la búsqueda posterior. Yo siempre utilizo el mismo sistema: "Año+Mes+Día+Contenido+Palabras Clave". Por ejemplo, si el día 26 de diciembre de 2015 quiero guardar un gráfico jpg que refleja los tenedores de deuda pública en Europa durante el año 2014 , lo más seguro es que lo denomine "20151226 Tenedores deuda pública Europa 2014.jpg". Otros ejemplos (reales) sacados de mis carpetas: "20151214 Indemnización Despido Empleo España 2015.png" o "20151106 Asalariados Edad Decil Empleo España 2014.png". Este método nos ordena los ficheros por orden cronológico con independencia de la fecha del sistema. Después, al ir a la carpeta correspondiente y teclear en la ventana de búsqueda cualquiera de las palabras clave (o un fragmento de ellas, como en la siguiente imagen), obtendremos resultados inmediatos y fáciles de filtrar. Cómodo, ¿no? Con un poco de práctica, acaba saliendo solo.

  • El tercer elemento clave es la facilidad de acceso, y aquí resulta imprescindible utilizar los servicios de almacenamiento en la nube. Nos otorgan una flexibilidad imbatible, al facilitar la consulta y actualización de archivos desde todos nuestros dispositivos, ya sean móviles o estaciones de trabajo. Hay excelentes proveedores en este área, como Google Drive, pero yo tengo debilidad por Dropbox, debido a su seguridad y versatilidad. Por supuesto, a partir de un determinado tamaño de almacenamiento, el servicio es de pago, pero ya se sabe: nada bueno es gratis.

  • Finalmente, nunca olviden la regla de oro de todo gestor de información: hagan copias de seguridad periódicas de sus archivos, siempre. Así, cuando la nube falle temporalmente o su PC se estropee (que pasará, tarde o temprano), sus muchas horas de trabajo e investigación estarán a salvo. Esta recomendación, desgraciadamente, se olvida pronto, y casi siempre la acabamos aprendiendo por la vía dolorosa.

3. No te enredes en las redes

Internet y las redes sociales suponen una fuente inagotable de información difícil de ordenar y manejar. Como en el apartado anterior, recomiendo sensatez y simplicidad a la hora de hacerlo.

  • Un buen navegador dotado de los complementos adecuados nos facilitará mucho la tarea. Para este propósito, he usado tanto Firefox como Google Chrome, añadiendo algunas útiles extensiones. En primer: un lector RSS, imprescindible para mantenernos al día de nuestras fuentes favoritas. Yo utilizo feedly para tal menester, aunque hay otros buenos productos disponibles. Asimismo, tengo instalada la extensión de Pocket, una potente herramienta multiplataforma que nos permite organizar artículos web. Con dichas utilidades, más un potente bloqueador de publicidad intrusiva como Adblock, me siento perfectamente pertrechado. Y un inciso final: olvídense de llenar su navegador de marcadores. No resulta útil ni eficiente.

  • Con Twitter, del que soy usuario muy activo, resulta más difícil recopilar y organizar información valiosa, por la propia naturaleza de la plataforma. Más allá del consabido uso de los "Me gusta" y de las listas, hay algunas herramientas muy útiles, empezando por Tweetdeck, aplicación de escritorio de Twitter con una excelente interfaz de trabajo. Para terminar, no desdeñen el muy útil recurso al pantallazo como medio de conservar tuits destacados, aunque Twitter ha mejorado su herramienta de guardado.

4. Simplifica el correo electrónico

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Otra de las pesadillas cometiempo de cualquier analista es la gestión del correo electrónico, mucho más si la lista de contactos es amplia. En este punto, he de reconocer que en su día me costó lo suyo adaptarme a la filosofía de Gmail y olvidarme de repositorios temáticos o etiquetas. Hasta que finalmente comprendí que tenía el potentísimo buscador de Google al servicio del enorme tótum revolútum que es mi buzón, fui un esclavo del email.

5. Recapitulando

No hace falta ser un experto en organización para gestionar de manera ordenada y sencilla nuestro flujo de información. Sensatez, simplicidad, persistencia y la correcta selección de unas pocas herramientas de apoyo, resultan más que suficientes para configurar un sistema propio y funcional con el que nos sintamos cómodos.  El objetivo es esforzarnos por automatizar buenos hábitos para poder dedicar nuestro tiempo y esfuerzo (ambos preciosos) al grano esencial de nuestra actividad, cambiando cantidad por calidad

Mucha suerte en el empeño y que les cunda.

Blockchain, populismo y moneda digital / Blockchain, populism and digital currency

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Qué posibilidades de beneficio o manipulación de la población puede traer el dinero de helicóptero utilizando la tecnología blockchain? A esta pregunta tratamos de responder Claudio Feijóo, Ángel Gómez de Ágreda y un servidor en nuestra primera colaboración conjunta en Esglobal.

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2020: hasta aquí hemos llegado

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En este punto exacto nos hallamos: con una economía que no ha podido mantener el esperanzador ritmo de recuperación iniciado el tercer trimestre de año, a causa de rebrotes muy importantes que incrementaron de nuevo la cifra de fallecidos (70.719 muertes en exceso hasta la fecha) y obligaron a decretar grandes confinamientos selectivos; con vacunas en ciernes en las que tenemos puestas muchas esperanzas de solucionar la pandemia y regresar a la normalidad, y con unos flamantes Presupuestos Generales del Estado a punto de ser aprobados pero con más interrogantes que certezas. Nuestro futuro inmediato se sustenta en un armazón todavía demasiado frágil e incierto para sumarnos a ciertas euforias.

Mi nueva entrada sobre recapitulación de lo ocurrido en 2020 y punto de coyuntura en El Blog Salmón.

¿Hacia una japonización económica global?

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Hace unos días, desayunaba con la noticia de que la deuda global alcanzará la astronómica cifra de de 277 billones de dólares a finales de 2020, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IFF), con un incremento anual de 15 billones de dólares, de los cuales un 50% corresponden a deuda pública. El estallido de la pandemia no ha hecho sino acelerar una tendencia que ya se estaba produciendo en años anteriores.

La deuda total de los países desarrollados alcanzó el 432% del PIB en el tercer trimestre, desde el 380% existente a fines de 2019. La deuda de los emergentes con respecto al PIB llegó al 250% en el tercer trimestre, con China en un 335%.

Por otra parte, y en otro rally paralelo a esta explosión de deuda, los activos totales de los cuatro grandes bancos centrales superaban al cierre de octubre de este año los 27 billones de dólares (21,7 sin contar el Banco Central de China).

Tan llamativos como los gráficos anteriores son los que reflejan el tamaño de dichos balances sobre el correspondiente PIB de los países, así como la inquietante evolución de los activos totales de los bancos centrales en relación con el índice SP&500.

Este incremento espectacular y al unísono de la deuda y de los balances está intimamente ligado al impacto del COVID-19: los bancos centrales se han lanzado a financiar masivamente los paquetes de estímulo y ayuda de los gobiernos, adquiriendo enormes cantidades de deuda pública, pero también corporativa. Y los mercados, pese al desplome económico global, se han sumado a la fiesta de los bonos.

Todo ello nos hace preguntarnos si esta tendencia es sostenible y si puede ser revertida una vez tengamos controlada la pandemia y la actividad económica retorne a niveles más o menos normales.

La japonización, un escenario probable.

De todos los escenarios futuros de coyuntura que he podido analizar estos días, el que me parece más interesante y probable es el que planteaba The Economist Intelligence Unit hace unas semanas: todo apunta a que entramos en una larga época marcada por su bajo crecimiento, baja inflación y alto endeudamiento.

El razonamiento es sólido. En un entorno de tipos de interés cero (bancos centrales con la chequera abierta) y de inflación muy baja (parón económico y ahorrro en máximos por la incertdumbre), el recurso a la deuda es fácil e inmediato, con un coste de servicio virtualmente nulo. Los gobiernos de los países desarrollados se han lanzado a gastar como si no hubiera mañana y sin importar que sus déficits fiscales se disparen, incluso con cifras de dos dígitos; ya tocará lidiar con la deuda más tarde.

El problema es que “más tarde” va a ser muy complicado remontar el vuelo y atender al excesivo endeudamiento, por varias razones:

  • No es probable que en los países desarrollados, una vez controlada la pandemia, se decidan acometer políticas de austeridad, dado el enorme coste político que puede tener para sus gobiernos, ya sometidos a duro escutrinio por su gestión en los meses precedentes. En este sentido, no cabe esperar grandes reformas estructurales que permitan optimizar el gasto público.

  • Por otra parte, aunque son de esperar subidas de impuestos, éstas serán insuficentes para cubrir las necesidades de un gasto que no se quiere reducir, especialmente en aquellos países que, como el nuestro, ya partían de una posición fiscal más frágil.

  • Mientras los inversores vean el apoyo de los bancos centrales al festival de endeudamiento de las grandes economías del planeta, no hay razón para que los mercados dejen de seguir apostando por la deuda soberana como activo seguro, incluso en el caso más delicado de Italia o España, países de la eurozona que cuentan con el apoyo del BCE.

En palabras del EIU:

“Esto significa que, en cuanto a la gestión de la deuda soberana, las economías avanzadas podrían darse cuenta de que no necesitan hacer absolutamente nada. Con el tiempo, si el crecimiento nominal sigue siendo superior a los tipos de interés, las acumulaciones de deuda simplemente desaparecerán; con tasas de interés en cero, y suponiendo que los estímulos logren impulsar el crecimiento, esto no parece una suposición descabellada. Los gobiernos de los países desarrollados esperarán a que los inversores sigan dispuestos a invertir en sus bonos; con la relación deuda / PIB disparándose en todas las economías avanzadas, el límite en el que dichos inversores consideran que la deuda soberana tiene demasiado riesgo podría pasar del 100% del PIB a, digamos, el 200% del PIB.”

Todo ello, con un importante factor añadido: aunque en este contexto el riesgo de un incremento súbito y peligroso de la inflación siga existiendo, con la consiguiente necesidad de subida de tipos y el encarecimiento inasumible de la deuda soberana y corporativa, no parece que ello vaya a ocurrir.

La teoría económica nos dice que la inflación debería incrementarse a medida que la recuperación avanza, pero estos últimos años ya hemos visto como tal premisa no se cumple. En primer lugar, desde 2009, la relación entre desempleo e inflación ha estado fuera de sincronía. Asimismo, el exceso de liquidez no se ha traducido en una mayor inflación, sino que se ha canalizado hacia los mercados financieros, como hemos visto en un gráfico anterior.

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En definitiva, las economía avanzadas podrían estar entrando perfectamente en la misma situación en la que Japón lleva ya décadas: crecimiento lento, baja inflación y muy alto endeudamiento.

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En efecto, pese a los enormes estímulos fiscales movilizados por el gobierno nipón para dinamizar su economía (el famoso Abenomics), el crecimiento se ha mantenido consistentemente bajo, la inflación no ha repuntado y la deuda ha alcanzado el 240% del PIB. Entretanto, los activos del balance del banco central japonés ya suponen la friolera del 137% del PIB, sólo un 8% menos que en la Reserva Federal, siendo la economía norteamericana 4 veces mayor que la japonesa. Y a todo ello debemos sumar el declive demográfico, que también comparten en mayor o menor medida las economías desarolladas. ¿Les suena familiar todo esto?

Sin otros acontecimientos globales o nuevas dinámicas que introduzcan cambios sustanciales, el panorama que tenemos por delante no es muy halagüeño.

“La zombificación de las economías avanzadas ha llegado para quedarse.”

Sobre el fondo de recuperación europeo

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Mi nueva entrada en El Blog Salmon está dedicada al #NextGenerationEU, el esperado fondo de recuperación europeo. La llegada de esta especie de maná caído del estrellado cielo europeo merece una reflexión pausada sobre expectativas versus realidades.

Leer el artículo completo: Pan de Ángeles

Dinero e innovación: el despegue de los pagos móviles

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Caixabank me ha invitado amablemente a reflexionar sobre el futuro del dinero, con motivo del su apuesta decidida por tecnología y las diferentes soluciones de pago móvil que pone a disposición de sus clientes. Es un tema, en efecto, apasionante.

Un mundo de cash, pero cada vez menos

En los años anteriores a la irrupción de la pandemia del COVID-19, la tendencia en muchos países del mundo, especialmente del más desarrollado, venía marcada por un espectacular desarrollo de los medios electrónicos de pago y al interés de muchas naciones por limitar el dinero en metálico, lo que llevó a numerosos analistas a predecir su desaparición, aunque la realidad todavía distaba mucho de tal previsión: el cash seguía suponiendo el medio de pago más extendido en todos los continentes. El 75% de los países con informes anuales sobre la cuestión, reportaban que las transacciones en monedas y billetes superaban aún el 50% del total.

A este hecho debemos añadir otro dato relevante: en todo el planeta, 1.700 millones de adultos no disponen de cuenta en una entidad financiera, según datos de la World Bank’s Global Financial Inclusion Database. Un 63% de los adultos de las economías en vías de desarrollo tienen una cuenta (frente a un 94% en los países de la OCDE y un 69% global), y ese porcentaje se reduce considerablemente en los percentiles de extrema pobreza. Existe asimismo una relevante brecha de género (72% de hombres versus 65% de mujeres tienen una cuenta), significativamente mayor en los países menos desarrollados. No obstante, incluso en tales condiciones, los hábitos financieros están cambiando, gracias a la tecnología. Un ejemplo muy notorio de ello es África.

En efecto, muchos ciudadanos del continente africano han ido descubriendo que, frente a la enorme falta de seguridad, la incertidumbre y la inestabilidad financiera de sus países, hay una solución asequible, segura y rápida para sus pagos: los dispositivos móviles. El 12% los adultos del África subsahariana tenía en 2014 una cuenta de pagos por móvil, mientras que el 2% la tenía a nivel mundial. En 2017, el África subsahariana seguía siendo el líder mundial en el uso de dinero móvil, con el 21% de adultos y subiendo. Casi la mitad de ellos declaró además tener solamente su cuenta de dinero móvil, sin necesidad de cuenta corriente. Este mismo despegue ha arraigado en otras partes del mundo. Los pagos móviles desempeñan un papel importante en economías frágiles y afectadas por conflictos, incluidas áreas que requieren respuestas de emergencia urgentes. Esta versatilidad es muy importante, como veremos más tarde.

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Pero no sólo en algunas áreas de África se estado produciendo un cambio notable. En el Asia-Pacífico, con un fuerte peso tradicional del dinero en metálico, la adopción de modelos de pago electrónico está creciendo a gran velocidad, en algunos casos exponencialmente. Países como India, Japón, China y Australia están desarrollando un ecosistema potente y estable para el crecimiento exponencial del mercado de pagos móviles. En China, la cuota de mercado de los pagos móviles representaba en 2018 el 83 por ciento de todos los pagos. En India, la ley de desmonetización generó una conciencia generalizada sobre otros modos de pago además del efectivo.

Para hacernos una idea de la dimensión de este fenómeno, el mercado de pagos móviles estaba valorado en 1,13 billones de dólares en 2019 y, antes de la aparición del coronavirus, se esperaba que alcanzara un valor de 4,69 billones para 2025, a una tasa de crecimiento anual compuesto del 26,93% (2020-2025).

Y es que, de manera ya generalizada, los teléfonos móviles (especialmente los teléfonos inteligentes, de toda gama) se han convertido en un producto cotidiano y esencial para las personas, al igual que lo es Internet. Ello ha propiciado a su vez el crecimiento del mercado de pagos móviles, como parte integrante y natural del todo digital.  No hay vuelta atrás.

Y EN ESTAS LLEGÓ EL COVID-19

El Banco de Pagos Internacionales publicó un boletín informativo en abril que afirmaba que la pandemia podría acelerar definitivamente el cambio hacia los pagos digitales en todo el mundo, incluidas las monedas digitales de los bancos centrales. En este caso, el COVID-19 puede actuar como catalizador definitivo de un cambio estructural que ya estaba acelerando con anterioridad.

La expansión del coronavirus nos ha obligado a llevar máscaras, a mantener el distanciamiento físico y, también, a escuchar muchas recomendaciones sobre evitar el uso de efectivo cuando sea posible. A pesar de la evidencia científica que indica que la moneda no transmite COVID-19, el miedo al contagio podría acelerar la tendencia de las aplicaciones de pago digital y reducir el uso de efectivo en la sociedad.

Según cuenta el Financial Times, los volúmenes de transacciones en cajeros automáticos cayeron hasta un 62 por ciento interanual al comienzo del confinamiento del Reino Unido, pudiendo estabilizarse la caída entre un 30-40% tras la recuperación. En España, la caída alcanzó el 90%.

En este contexto de incertidumbre e inseguridad, esta vez sanitaria, la rapidez, facilidad y seguridad de las alternativas de pago móvil resultan cada vez más atractivas. No es de extrañar que las principales entidades financieras, como Caixabank, estén centrando sus esfuerzos en proporcionar a sus clientes soluciones robustas, punteras y efectivas en este ámbito, fomentando los ecosistemas “cashless”. Soluciones donde garantizar la seguridad es lo primero, para luego aplicar la tecnología necesaria a su alrededor. 

En el caso de Caixabank, las opciones a disposición del usuario son muy variadas:  desde las habituales tarjetas contactless, que se pueden integrar y gestionar totalmente desde una sola app, hasta el pago móvil integrado y la posibilidad, que encantará a los usuarios más tecnológicos, de descargar la tarjeta en relojes inteligentes. Las operaciones se validan con tecnología biométrica, como la huella dactilar o el reconocimiento facial, además de disponer de sistemas robustos de verificación y bloqueo. Yo mismo uso habitualmente alguna de esas soluciones, y ya no les digo los jóvenes de la familia, como nativos digitales que son.

Además de evitar la necesidad de sacar y llevar efectivo, engorroso para las transacciones de pequeño importe, el pago digital seguro ofrece numerosas ventajas respecto al dinero en metálico, tanto para clientes como para comercios: el proceso de pago es más ágil, se evitan colas en los comercios y errores en los cambios.

Un último apunte para la reflexión: muchos economistas ven las soluciones de pago móvil y en la reducción drástica del dinero en metálico una de las herramientas más potentes para combatir la pobreza. Otros inciden en los beneficios que ello supondría en cuanto a la lucha contra la corrupción. Sólo persiste una importante y comprensible preocupación: que la desaparición del efectivo acabe con uno de los pocos reductos de libertad individual que le quedan al ciudadano. Por ello resulta tan importante que los pagos móviles puedan garantizar, además de la sencillez y comodidad, la confidencialidad e integridad de las transacciones. Es ahí donde se concentra el esfuerzo innovador de las entidades más punteras; ello determina la ventaja competitiva del producto.