La mascarada

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En verdad te digo que esta misma noche,
antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

- Mateo 26:34

Hace ya unos días, publiqué un hilo de Twitter sobre el IVA de las mascarillas donde analizaba el argumento, reiterado públicamente al menos en tres ocasiones, de que éste no podía reducirse porque, literalmente, “hay un reglamento europeo que lo prohíbe".

En efecto, como explicaba entonces, cada Estado Miembro de la UE tiene que armonizar su IVA de acuerdo con lo que indica la Directiva 2006/112/CE del Consejo, pero la urgencia de la situación en Europa y lo gravoso que resulta el gasto en mascarillas para muchos ciudadanos, en especial los menos pudientes, ha llevado a los países de nuestro entorno a adoptar medidas al respecto. Así, mientras en España el IVA de las mascarillas sigue siendo del 21 %, en Portugal es del 6 %, en Francia el 5,5 %, en Alemania el 5 %, y en países como Italia, Bélgica o Países Bajos están completamente exentas de impuesto.

Además, la Comisión Europea ha confirmado, por activa y por pasiva, que no pondría problemas a esta reducción, teniendo en cuenta las circunstancias extraordinarias que concurren. Cabe recordar que las importaciones intracomunitarias de entidades públicas, sin ánimo de lucro y centros hospitalarios, ya tienen desde el 21 de abril un IVA del 0%.

El argumento de la prohibición reglamentaria, no obstante, acaba de transformarse ante el renovado intento de tramitación de una enmienda de Ciudadanos que buscaba bajar el IVA de las mascarillas al 4%. La razón aducida esta vez ha sido que costará mucho al Estado, basándose en una estimación de cosumo de 50 millones de mascarillas por día. Al final parece que no era cuestión de imposibilidad legal, sino de dinero. Sorpresa.

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En todo caso, resulta llamativo que se recurra al argumento de la recaudación del Estado cuando tanto se ha debatido durante estas últimas semanas sobre la falsa dicotomía entre economía y salud, con una feroz defensa de la primacía de esta última. También llama la atención que, habiéndose impuesto sorprendentemente el argumento económico en este caso, hayamos olvidado que las mascarillas son un candidato idóneo para adoptar un tipo reducido de IVA, al suponer su gasto, obligatorio para todos los ciudadanos, una carga proporcionalmente mucho mayor para los hogares de rentas bajas (hablamos de un importe medio mensual de entre 70 y 150 euros por familia).

Para ser justos, no debemos olvidar que con la cuantiosa recaudación que propocionan las mascarillas se atienden servicios públicos esenciales, como por ejemplo la sanidad. Esto es indisputable. No obstante, lo que puede resultar algo más difícil de comprender es que la negativa a reducir este epígrafe de IVA tan esencial para la salud pública vaya acompañada del posible incremento de gasto en otras partidas, quizás no tan relevantes, cuya congelación podría precisamente absorber la pérdida de recaudación señalada. Por poner un ejemplo puntual, el coste del incremento de salarios públicos para 2021 estará en torno a los 1.500 millones de euros adicionales. Conceptos distintos, orden de magnitud muy similar.

Algunos dirán que comparo peras con manzanas, pero merece la pena hacer números y reflexionar al respecto, ¿no les parece?


Postdata: añado al post una muy oportuna reflexión del Institut Ostrom Catalunya, en el sentido de que esta necesaria bajada de IVA , si no implica asimismo una reducción simultánea e idéntica del PVP fijado por el Gobierno, acabará siendo un regalo al bolsillo del vendedor. Y esto es porque, al ser la demanda inelástica, es muy probable que la disminución del IVA no acabe trasladándose a los precios. 16 céntimos de margen por unidad, nada menos.

El dato

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“Los datos no son información, la información no es conocimiento,
el conocimiento no es comprensión, la comprensión no es sabiduría.”

- Clifford Stoll, astrónomo y escritor

El dato

30 de octubre de 2020: el PIB español registró una variación del 16,7% en el tercer trimestre de 2020 respecto al trimestre anterior en términos de volumen. En el segundo trimestre la tasa fue del −17,8%. La variación interanual del PIB se sitúó en el −8,7%, frente al −21,5% del trimestre precedente. Fuente: INE.

La “información”

A los pocos minutos de salir los datos anteriores, empiezan a publicarse titulares como éste de El Economista:

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Otros medios siguieron con la fiesta. El Periódico, el Heraldo de Aragón, el Huffington Post, 20 Minutos, el País… abrieron con parecidos titulares de “Última Hora” en sus redes y espacios digitales: aumento histórico y salida de la recesión. Parecía que se hubiera producido el milagro de Lourdes o la multiplicación de los panes y los peces.

Un lector no familiarizado con la economía, como son por desgracia la mayoría de ciudadanos españoles, podría haber pensado que lo peor de la crisis había pasado y que ya estábamos en la senda de la salvación económica. ¡Pero si hemos salido de la recesión, que lo dicen en los medios! ¡Es además HISTÓRICO!

Técnicamente, decir que “habíamos salido de la recesión” era un dato correcto: el término recesión económica se aplica en las situaciones en que los países que sufren crecimientos negativos en su Producto Interior Bruto (PIB) durante, al menos, dos trimestres consecutivos. No obstante, tales titulares no proporcionaban ninguna información de valor añadido que hiciera comprender la realidad a sus lectores, máxime teniendo en cuenta que la economía todavía está deprimida um 8,7% con respecto al año anterior. Un 8,7%.

Análogamente, decir que “el crecimiento había sido histórico” tampoco era erróneo: no existen registros anteriores sobre una subida económica del tal magnitud. Pero, de nuevo, ese dato en bruto, fuera de contexto, no estaba ofreciendo una información fidedigna sobre el hecho económico que pretendía describir. Era un dato tan “histórico” como la caída del 17,8% del trimestre anterior. Raro habría sido no rebotar significativamente desde aquel batacazo, una vez reabierta la economía.

Ambas expresiones, “salir de la recesión” e “histórico”, colocadas así juntas, reforzaban un entendimiento defectuoso de lo ocurrido, convirtiendo un dato francamente positivo en una anécdota triunfalista para animar al clic y posiblemente desviar la atención del público. Una forma de trabajar demasiado habitual en muchos medios y que flaco favor hace al buen periodismo económico.

Un titular mucho más preciso y correcto, que reflejaba con dos datos y pocas palabras la información necesaria, es el que publicó Javier G Jorrín (uno de los mejores periodistas económicos de la actualidad) en el Confidencial. No fue el único, afortunadamente.

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El conocimiento

La información del titular del Confidencial, acompañada con el gráfico adecuado, proporcionaba en apenas un vistazo un conocimientro general, básico pero adecuado, de la situación, que tan bien explicaba un poco más tarde el profesor Manuel Alejandro Hidalgo en un tuit:

“Pero es fundamental que entendamos estas cifras como lo que son, una valoración de un flujo de renta que se paró parcialmente en el IIT como consecuencia de lo más duro del confinamiento y que durante los meses de junio a septiembre en parte se reactivó. Son cifras estratósfericas asociadas al hecho simple de parar y reactivar.”

Este hecho se reflejaba de manera cristalina en un gráfico de mi apreciado Combarro, compañero de fatigas en Thinknomics. A menudo, una imagen habla mucho mejor que mil palabras:

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Un poco más tarde, el mismo Combarro nos ofrecía un gráfico similar del PIB, pero sin el efecto del consumo público, que nos daba una visión muy precisa de la situación en la que nos hallamos:

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Esa gráfica nos cuenta que hay varios sectores de nuestra economía (en especial el sector servicios y, de manera mucho más cruda, el turismo y la hostelería) que no han recuperado los niveles pre-pandemia y a los que todavía les queda un largo y doloroso camino por delante.

La gráfica esconde asimismo un concepto matemático muy básico pero que mucha gente desconoce o ha olvidado, y que está relacionado con las pérdidas y recuperaciones. Yo siempre lo ilustro con un ejemplo sencillo de comprender: una pérdida del 20% en mis 100 euros me deja con 80 euros en el bolsillo. Una subida del 15% sobre mis restantes 80 euros, me deja con 92 euros. He perdido al final 8 euros, un 8%. Si esa subida hubiera sido del 20%, la caída final aún sería del 4%. Este es un concepto importante en economía, y mucho más en finanzas: si pierdo un X% y luego recupero ese mismo X%, al final me quedo con menos dinero que el que tenía.

En definitiva, los llamativos titulares publicados ese día acerca de esa rutilante “subida histórica y salida de la recesión” no aportaban un conocimiento útil sobre la realidad de un dato muy positivo, dato que sin embargo no nos sacaba de la crisis y que, además, resultaba muy probablemente efímero, puesto que, a fecha de su publicación, ya estábamos siendo sometidos a confinamientos cada vez más intensos ante los rebrotes del COVID-19. Todo ello, sin contar con que todavía tenemos la economía conectada a las máquinas de respiración asistida. Y que no disponemos de recursos para mantenerla permanentemente enchufada sin hacer más destrozos a las ya muy maltrechas cuentas públicas.

La sabiduría

Lo que les cuento en este artículo un ejemplo puntual, apenas una anécdota, pero que a base de repetirse se está convirtiendo en un proceder cada vez más habitual.

A estas alturas, creo que podrán coincidir ustedes conmigo que sin una información económica (y de otro tipo) que presente y trate datos veraces de manera honesta, responsable y comprensible, muy pobre será el conocimiento que los ciudadanos puedan adquirir de la realidad, tan necesario para el debate público y la adquisición de un mínimo sentido crítico. Y sin conocimiento no hay saber de las cosas que valga, esto es, no hay manera de utilizar la información para mejorar el valor de nuestras acciones o decisiones, lo que constituye el quid de la sabiduría.

Quizás sea precisamente éste el objetivo de algunos; hurtarnos de esta posibilidad de conocimiento para convertirnos en seres desinformados, acríticos, dóciles y manipulables. Carne de cañón para populismos y totalitarismos.

Prietas las filas

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Cañones a su derecha,
cañones a su izquierda,
cañones detrás de sí
descargaron y tronaron.
Azotados por balas y metralla,
mientras caballo y héroe caían,
los que tan bien habían luchado
entre las fauces de la Muerte
volvieron de la boca del Infierno.
Todo lo que de ellos quedó,
lo que quedó de los seiscientos.

Hemos pasado del estado de alarma a la resistencia, la unidad patriótica, la moral de victoria y, finalmente, al toque de queda. Lo siguiente será ocupar sus puestos para el combate, calar bayonetas y formación cerrada para doblegar al enemigo. El enemigo son el virus, voraz y despiadado, que no conoce de soflamas ni relajos, y todos aquellos indisciplinados que osan desertar de unas trincheras cuidadosamente diseñadas por un estado mayor que se ve sobrepasado e incapaz de ganar la batalla.

Este uso y abuso del lenguaje castrense no es baladí; señala la urgente necesidad de enfatizar verbalmente un fenómeno que ha superado por aplastamiento nuestra normalidad civil, como pretexto para la asunción extraordinaria y duradera de una anormalidad que, en circunstancias ordinarias, nos haría clamar al cielo, pero que ahora se nos antoja como la última seguridad posible. Lo que no pueden la competencia, la eficacia, la responsabilidad (individual, social, política) y el convencimiento, se pretende alcanzar de nuevo mediante la alarma perpetua, el código disciplinario del BOE, la arenga y el toque de corneta de a casa mis valientes.

Pero no nos engañemos: lo que no consigan un planeamiento ordenado, un esfuerzo coordinado y generoso de país, una información puntera y detallada, una gestión de riesgos prudente, una administración de recursos eficiente y una arquitectura institucional robusta no podrán solventarlo, como no lo solventaron anteriormente, un Real Decreto tras otro, unas llamativas campañas de comunicación o una sucesión de lemas y de aplausos al son del Himno de la Alegría.

Tampoco ayudarán muchos ciudadanos limitados en su devenir, culpabilizados, desorientados, asustados y saturados de órdenes y contraórdenes que, a estas alturas y en las actuales condiciones, están por repetir lo que el Coronel Dax respondió al General Mireau en Senderos de Gloria:

“Si pudiera elegir entre ratones y Mauser, creo que me quedaría con los ratones siempre.”

Por favor, no hagan olas

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El COVID-19 sigue mandando sobre la economía, y los actuales rebrotes no hacen más que incrementar sus efectos perniciosos, tal y como describí en la entrada anterior de mi serie en El Blog Salmón. En este contexto tan complicado, nuestros líderes políticos, económicos y sociales deberían tener muy en cuenta una regla de oro a seguir durante cualquier crisis: no amplificar con su proceder el daño ya causado . Una regla a la que tampoco somos ajenos los ciudadanos, como presuntos responsables de nuestros actos.

Leer el artículo completo: Por favor, no hagan olas

Recortes

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Llevo varias semanas haciendo un seguimiento diario de la coyuntura económica española en mi timeline de Twitter (pueden seguir este tuit y su hilo), que sumarizo cada mes en mis artículos para el Blog Salmón.

Una de las consecuencias del deterioro macroeconómico de nuestro país a causa de la pandemia de coronavirus y de su gestión, tanto a nivel público como también ciudadano, es la insuficiencia de recursos presupuestarios para hacer frente a todos los desembolsos que requiere el enorme esfuerzo de sostenimiento de emergencia y de ayuda, adicional al del propio funcionamiento de las Administraciones Públicas, que ya era financieramente deficitario en su conjunto antes de la llegada del COVID-19. El déficit público hasta junio se elevaba ya al 6.1% del PIB, con unos ingresos desplomados en línea con el PIB pero con gastos (sin intereses e inversión pública) crecientes.

Incluso con los préstamos y subvenciones europeas que se han activado para responder a esta crsis sanitaria, los meses que vienen van a requerir un ajuste notable de las cuentas públicas. La forma de hacer dichos ajustes dependerá mucho de cómo, cuándo y con quién consigue sacar adelante el Gobierno unos Presupuestos Generales del Estado más necesarios que nunca: un marco financiero claro, estable y sensato, con objeto de proporcionar una referencia a todos los actores económicos frente a una incertidumbre que es terrible para la actividad económica. Todo ello, sincronizado con una gestión responsable de los rebrotes.

Estos ajustes llevarán consigo tanto una reducción de gastos como (previsiblemente) una subida de impuestos. Y en ambos casos, como muy bien explica el magnífico libro de Alberto Alesina, Carlo Favero y Francesco Giavazzi (imagen adjunta), estamos hablando de austeridad. El libro viene con un serio aviso a navegantes: la evidencia que han recogido los autores apunta que los planes de austeridad basados en subir los impuestos han sido mucho más costosos que los planes basados en la consolidación del gasto. Recomiendo mucho su lectura.

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En cualquier caso, está por ver cómo los actuales responsables públicos denominan unos irremediables ajustes de gasto que, cuando fueron aplicados por un gobierno conservador, recibieron el nombre de recortes, palabra que usualmente ha venido acompañada de todo tipo de adjetivos descalificativos y ha estado asociada a las maldades del neoliberalismo.

Se les llame como se les llame, ya están a las puertas. Y no podremos ignorarlos con maquillajes conceptuales ni con palabras huecas.

El verano de nuestro descontento

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Contaba en mi entrada anterior del Blog Salmón que nuesta economía está sostenida en un limbo artificial, sin garantías sólidas de que pueda valerse por sí misma todavía, ni de que nos hallemos en condiciones de suministrárselas por nosotros mismos en las cantidades requeridas, dado el deterioro de las cuentas públicas. Los diferentes indicadores que hemos ido conociendo en julio y en agosto no han conseguido despejar estas dudas. Esta nueva entrega trata de hacer un recorrido por los indicadores más relevantes de nuestra economía durante el verano.

Leer el artículo completo: El Vacío Medio Lleno

El momento de la verdad

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Nuestra economía es como un enfermo grave, sostenido en la actualidad por un soporte vital avanzado con tratamiento de antibióticos y opiáceos para el dolor (ERTES, deuda, planes de ayuda, avales, subvenciones...). Su desconexión de la máquina en otoño resulta una icertidumbre: no tenemos todavía garantías sólidas de que el enfermo pueda valerse entonces por sí mismo sin ayudas adicionales, ni de que estemos en condiciones de suministrárselas por nosotros mismos en las cantidades requeridas, dado el deterioro de las cuentas públicas.

Nos acercamos al momento de la verdad. Mi nuevo artículo en El Blog Salmón sobre coyuntura económica española.

Nunca la mar en calma ha hecho buenos marineros

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Decía Kant: “se mide la inteligencia del individuo por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar". Gestionarla requiere actitud positiva ante lo inesperado, flexibilidad y agilidad mental, apertura de miras y disposición permanente a aprender. Mucho más durante estos tiempos, en los que #COVID19 ha precipitado y acentuado la dinámica de complejidad, cambio acelerado e incertidumbre de los últimos años, imponiendo realidades que pueden modificar las reglas del juego político, social y económico. Reflexiono sobre todo ello en mi última (y marinera) colaboración con Sintetia.

Leer el artículo completo.

"Nueva normalidad": lenguaje, percepciones, hábitos, tendencias y riesgos

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Siguiendo con las reflexiones que inicié en El Blog Salmón sobre la realidad geoeconómica derivada de la gran pandemia de coronavirus, primero en China y después desde una persectiva global, en mi último artículo analizao el concepto tan manido y peligroso como el de "nueva normalidad" y algunas tendencias de futuro.

Enlace al artículo completo.

Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad de condiciones y situaciones

El dilema fundamental ahora es conseguir sincronizar la curva sanitaria con la económica, algo que muchos países no han conseguido. La palabra es INCERTIDUMBRE. Aquí la entrevista que Crédito y Caución ha tenido la gentileza de hacerme para Twecos #twecos #covid19