Liberalismo e impuestos

Sin duda, los impuestos son una de las cuestiones más controvertidas en el debate político y económico, tanto por el efecto directo que tienen sobre nuestros bolsillos como por el uso que se hace de ellos. ¿Qué papel juegan en el liberalismo? ¿Son una forma de redistribuir la riqueza, de financiar los servicios públicos, de incentivar o desincentivar ciertas actividades, o de perpetuar el poder del Estado? En mi nueva entrada en Sintetia intentaré ofrecer una reflexión lo más desapasionada y centrada posible sobre el papel que deberían tener los impuestos desde una perspectiva estrictamente liberal.

Liberalismo punk: la cuestión de los impuestos

No sólo de impuestos vive el ajuste fiscal

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En mi anterior entrega en el Blog Salmón esbozábamos un decálogo para tratar de salir de la crisis provocada por el coronavirus sin fracturar los frágiles cimientos en los que se asienta nuestra economía.

Uno de los elementos críticos que destacábamos entonces era el impacto de un gasto público elevado en un contexto de reactivación moderada y menores ingresos tras una caída abrupta de la economía. Tratar de aumentar la presión fiscal de manera generalizada sobre los actores económicos y los ciudadanos para financiar ese gasto podría ahogar nuestra incipiente recuperación. La pregunta que debemos hacernos a estas alturas es, ¿podemos evitarlo?

Esta es la cuestión sobre la que reflexiono en mi último artículo del Blog Salmon: leer artículo completo

La mascarada

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En verdad te digo que esta misma noche,
antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

- Mateo 26:34

Hace ya unos días, publiqué un hilo de Twitter sobre el IVA de las mascarillas donde analizaba el argumento, reiterado públicamente al menos en tres ocasiones, de que éste no podía reducirse porque, literalmente, “hay un reglamento europeo que lo prohíbe".

En efecto, como explicaba entonces, cada Estado Miembro de la UE tiene que armonizar su IVA de acuerdo con lo que indica la Directiva 2006/112/CE del Consejo, pero la urgencia de la situación en Europa y lo gravoso que resulta el gasto en mascarillas para muchos ciudadanos, en especial los menos pudientes, ha llevado a los países de nuestro entorno a adoptar medidas al respecto. Así, mientras en España el IVA de las mascarillas sigue siendo del 21 %, en Portugal es del 6 %, en Francia el 5,5 %, en Alemania el 5 %, y en países como Italia, Bélgica o Países Bajos están completamente exentas de impuesto.

Además, la Comisión Europea ha confirmado, por activa y por pasiva, que no pondría problemas a esta reducción, teniendo en cuenta las circunstancias extraordinarias que concurren. Cabe recordar que las importaciones intracomunitarias de entidades públicas, sin ánimo de lucro y centros hospitalarios, ya tienen desde el 21 de abril un IVA del 0%.

El argumento de la prohibición reglamentaria, no obstante, acaba de transformarse ante el renovado intento de tramitación de una enmienda de Ciudadanos que buscaba bajar el IVA de las mascarillas al 4%. La razón aducida esta vez ha sido que costará mucho al Estado, basándose en una estimación de cosumo de 50 millones de mascarillas por día. Al final parece que no era cuestión de imposibilidad legal, sino de dinero. Sorpresa.

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En todo caso, resulta llamativo que se recurra al argumento de la recaudación del Estado cuando tanto se ha debatido durante estas últimas semanas sobre la falsa dicotomía entre economía y salud, con una feroz defensa de la primacía de esta última. También llama la atención que, habiéndose impuesto sorprendentemente el argumento económico en este caso, hayamos olvidado que las mascarillas son un candidato idóneo para adoptar un tipo reducido de IVA, al suponer su gasto, obligatorio para todos los ciudadanos, una carga proporcionalmente mucho mayor para los hogares de rentas bajas (hablamos de un importe medio mensual de entre 70 y 150 euros por familia).

Para ser justos, no debemos olvidar que con la cuantiosa recaudación que propocionan las mascarillas se atienden servicios públicos esenciales, como por ejemplo la sanidad. Esto es indisputable. No obstante, lo que puede resultar algo más difícil de comprender es que la negativa a reducir este epígrafe de IVA tan esencial para la salud pública vaya acompañada del posible incremento de gasto en otras partidas, quizás no tan relevantes, cuya congelación podría precisamente absorber la pérdida de recaudación señalada. Por poner un ejemplo puntual, el coste del incremento de salarios públicos para 2021 estará en torno a los 1.500 millones de euros adicionales. Conceptos distintos, orden de magnitud muy similar.

Algunos dirán que comparo peras con manzanas, pero merece la pena hacer números y reflexionar al respecto, ¿no les parece?


Postdata: añado al post una muy oportuna reflexión del Institut Ostrom Catalunya, en el sentido de que esta necesaria bajada de IVA , si no implica asimismo una reducción simultánea e idéntica del PVP fijado por el Gobierno, acabará siendo un regalo al bolsillo del vendedor. Y esto es porque, al ser la demanda inelástica, es muy probable que la disminución del IVA no acabe trasladándose a los precios. 16 céntimos de margen por unidad, nada menos.

Carta abierta al ciudadano 0,5%

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Mi querido ciudadano 0,5%.

Hoy quisiera escribirte esta carta apreciativa por todo lo que vas a hacer por nosotros durante los próximos meses. No te conozco personalmente, pero ello no me impide agradecerte de corazón que ofrezcas tu generoso patrimonio para financiar tanto gasto vital para el futuro, descargando de nuestra sufrida condición de clase media la responsabilidad de poner sobre la mesa común los 26.000 millones que necesita España.

Valoro tu silencioso sacrificio en los altares de Hacienda como perceptor anómimo de ingentes ingresos y a su vez voraz consumidor, bebedor y fumador, utilizador avanzado de diversas tecnologías, conductor habitual por autovías de potentes vehículos diésel, ahorrador contumaz y afanado inversor en mercados financieros. Admiro tu contundente entidad de verdadero demócrata y sujeto pasivo de capacidad fiscal casi omniscente. Rezo por que algún día te dignes a revelarnos tus misterios.

Eres nuestro percentil de luz, nuestro Noé tributario, el Moisés que nos conducirá victoriosos a través del mar de la insuficiencia presupuestaria. Quisiera abrazarte, pero sé que prefieres permanecer discretamente oculto entre los tuyos, sin presumir de santidad pagana. Sirvan estas palabras de humilde reconocimiento. Por favor, no nos abandones.

Con la más elevada consideración, me despido de ti como atento y seguro servidor.

Algunos datos sobre economía sumergida (tip: cuidado con las fuentes)

Breve reseña de las últimas investigaciones sobre el tema, a propósito de una información publicada en Twitter, conteniendo un mapa de la economía sumergida con datos mal referenciados a un estudio de FUNCAS

Análisis de la reforma fiscal de Trump

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El viernes 22 de diciembre del año pasado, Donald Trump estampaba triunfalmente su firma en la polémica Tax Cuts and Jobs Act of 2017 (TCJA), un ambicioso paquete de medidas estimado en 1,5 billones de dólares, que supone la mayor reforma fiscal estadounidense desde 1986. El texto legislativo se aprobó inicialmente en el Congreso por 227 votos a 203 (con 12 republicanos y todos los demócratas en contra), pasó por el trámite del Senado con tres pequeñas enmiendas y un apretadísimo 51 a 48 negociado a ritmo de House of Cards (esta vez, con pleno apoyo republicano), y finalmente regresó a la Cámara de Representantes, donde quedó aprobado con 224 sobre 201 votos, reflejo de la profunda división que la norma ha suscitado en los legisladores.

En mi nueva Crónica Trumpista para Ecoonomía analizo sucintamente los detalles más destacados de esta reforma.

Leer artículo completo...

Divertimento fiscal (para repartidores recalcitrantes de riqueza ajena)

Aquellos que me conocen saben que en mis textos me gusta incluir de vez en cuando algún divertimiento ingenioso o una pincelada de humor. Sin ellos la economía, y por extensión la vida, serían páramos intransitables.

Esta vez recupero una veterana perla que guardo anotada en uno de mis Moleskine. Se trata de un adaptación libre de un texto anónimo que llegó a mis manos hace años. Su aparente ligereza contiene una reflexión mordaz, así como una carga liberal de profundidad. A ver si así algunos empiezan finalmente a enterarse de cómo funcionan aspectos fundamentales de la economía.

Supongamos que todos los días 10 hombres se reúnen en un bar para charlar y beber cerveza. La cuenta total de los diez hombres es de 100€. Si ellos pagasen la cuenta siguiendo el mismo sistema proporcional con el que se abonan los impuestos, y tuviéramos en cuenta la escala de riqueza e ingresos de cada uno, obtendríamos el siguiente resultado:

  • Los primeros 4 hombres (los más pobres) no pagan nada.
  • El 5º paga € 1.
  • El 6º paga € 3.
  • El 7º paga € 7.
  • El 8º paga € 12.
  • El 9º paga € 18.
  • El 10º (el más rico) paga € 59.

Todos están de acuerdo con el reparto y todos, además, se divierten. Pero un día, el dueño del bar les plantea un problema:

"Ya que ustedes son tan buenos clientes, les voy a reducir el precio de sus cervezas diarias en 20€. Sus tragos desde ahora costarán 80€".

Sin embargo, el grupo quiere seguir pagando la cuenta en la misma proporción que al principio, de modo que los cuatro primeros sigan bebiendo gratis. La rebaja no les afecta en absoluto. Pero ¿qué pasa con los otros seis bebedores, los que realmente pagan la cuenta? ¿Cómo deben dividir los 20€ de rebaja de manera que cada uno reciba una porción justa? Los 20€ divididos entre 6 resultan 3,33€. Pero si se resta dicha cantidad de la parte de cada uno, resulta entonces que el 5º y 6º hombre cobrarían por beber (el 5º pagaba antes 1€ y el 6º 3€).

Entonces el barman, que es un lince, sugiere que lo justo sería reducir la cuenta de cada uno en un 20% (es decir, la rebaja ofrecida) y procede a calcular la cantidad a pagar:

  • El 5º bebedor paga ahora 0.8€
  • El 6º paga ahora 2,4€ en lugar de 3€.
  • El 7º paga 5,6€ en lugar de 7€.
  • El 8º paga 9,6€ en lugar de 12€.
  • El 9º paga 14,4€ en lugar de 18€.
  • El 10º paga 47,2€ en lugar de 59€.

Cada uno de los seis pagadores se encuentra ahora en mejor situación que antes. Y los primeros cuatro bebedores siguen haciéndolo gratis. Pero hete aquí que, una vez fuera del bar, los amigos comienzan a comparar lo que se han ahorrado.

"Yo sólo me he beneficiado en 0,6€ de los 20€ totales ahorrados," dice el 6º hombre. Señala al 10º bebedor y dice: "¡Pero él ha recibido 11,8€!" "Sí, tienes razón," dice el 5º hombre. "Y mi ahorro es sólo de 0,2€. Me parece injusto que él reciba cincuenta y nueve veces más dinero que yo." "¡Cierto!", exclama el 7º hombre. "¿Por qué recibe él 11,8€ de rebaja y yo sólo 1,4 €? "¡Los ricos siempre se llevan los mayores beneficios!" "¡Un momento!", gritan los cuatro primeros hombres al mismo tiempo. "Nosotros no hemos recibido nada de nada. ¡El sistema explota a los pobres!"

Indignados, los nueve hombres rodean al 10º y le dan una soberana paliza.

Un día después, el 10º hombre (lógicamente) no acude al bar, de modo que los nueve colegas restantes se sientan y beben sus cervezas sin él. Pero a la hora de pagar la cuenta descubren algo inquietante. Entre todos ellos, incluso con los precios rebajados, no tienen dinero suficiente para pagar ni siquiera LA MITAD de la cuenta, toda vez que suman 32,8€ , mientras que la factura rebajada de los nueve asciende a 90€ menos el 20% de descuento (18 €), es decir, 72 €.

Y así, queridos lectores, es como funciona el sistema impositivo, en términos muy generales. Aquellos que pagan más impuestos son los que más se benefician de una reducción en los mismos. Póngales impuestos muy altos, atáquenlos por ser ricos, y lo más probable es que no aparezcan nunca más. De hecho, es casi seguro que comenzarán a beber en algún bar en el extranjero donde la atmósfera sea algo más amigable.

Moraleja: que cada uno saque la suya.