Bienvenidos a la Economía Cuántica
Andamos los economistas y pseudoeconomistas de todo pelaje a la greña con econtradas teorías, sin darnos cuenta de que en el siglo XXI nuestros postulados han sido ampliamente superados por la realidad incontestable de la Economía Cuántica.
En la economía clásica los activos tradicionales tienen propiedades específicas. De este modo podemos afirmar que "esta acción tiene recorrido", "este bono es seguro" o "aquel depósito bancario ofrece un interés atractivo". Sin embargo, en estos tiempos, donde rige la Economía Cuántica, los productos financieros sólo se pueden describir de manera borrosa. Bajo esta premisa, ya no tiene sentido pensar en un activo financiero con una característica definida, o cualquier otra cualidad que podamos considerar “específica”. Todo depende de cómo se mire o de qué acción realicemos o de quién la perpetre. Sólo así cobran sentido las aparentes insensateces que estamos padeciendo en los últimos tiempos.
En la Economía Cuántica la realidad es, como bien podemos constatar cada día, producto de nuestras propias expectativas. Si en el mundo físico una partícula puede comportarse como una onda o como materia, qué no va a poder hacer un inversor cuántico. Cuando mira, se comporta como una onda codiciosa, cuando actúa, como una partícula errática. En este contexto, los mercados son un conjunto inasible de “paquetes de energía”, de “quantum”, de fotones monetarios, de haces financieros con trayectorias inciertas. Todo se estructura según una lógica radicalmente diferente a la de la racionalidad, sobre un “espacio” metaeconómico en el que el dinero no es dinero, el tiempo es relativo y los fundamentos que conocemos ya no son tales sino otra cosa. El sentido común nos indica que, por ejemplo, la situación financiera de un país no puede ser mala y buena a la vez. Pero la Economía Cuántica, emulando el famoso experimento del gato de Schrödinger, dice que mientras nadie escudriñe en el interior de la agencia de rating, analista, político o periodista que evalúa al país, éste se encuentra en una superposición de las dos situaciones: mala y buena.
En consecuencia, podemos deducir que cada uno de los intervinientes en la economía, incluidos nosotros (lo sepamos o no), estamos creando la realidad financiera que vivimos a través de nuestra buena o mala conciencia manifestada en pensamientos, palabras y actos, que en última instancia son elecciones de las cuales depende si vamos a encontrar nuestra cartera repleta de dinero fresco o de telarañas. Que conste en acta.
Por esta calenturienta disquisición fijo que me dan el Nobel. De Física o de Economía o de Tontuna Alienante. Quizás incluso acabe escribiendo una columna en el New York Times...