Motores en miniatura para un gran hombre

El mundo está lleno de maravillosos personajes anóminos, seres brillantes y luminosos que suelen destacar por un rasgo común: una humildad natural, innata, que les hace relativizar con discreción y silencio la importancia de sus logros.

Este es el caso José Manuel Hermo Barreiro, "Patelo", ingeniero gallego jubilado, cuya historia, recogida hace meses en los medios españoles, ha vuelto a recobrar vida en las redes sociales anglosajonas. No es de extrañar: José Manuel se dedica a fabricar artesanalmente motores en miniatura idénticos a los motores industriales, con una sola diferencia: funcionan con aire comprimido. 

Con independencia de la maravilla técnica de sus trabajos, lo que realmente me ha cautivado es la persona que uno advierte al escucharle hablar de su pasión. Destaco estas palabras en concreto:

Nuestro oficio se acaba. Hoy no hay quien repare: hay que mirar por qué se rompió esa pieza y cómo vamos a arreglarla. Ese el motivo de que ya no queden mecánicos así. Lo que hace falta es delicadeza, tener pasión y mucha delicadeza. Yo, cada pieza que hago, la acaricio como si fuera un bebé... estas piezas tan pequeñitas... pero no es paciencia. Es pasión. Pasión por la mecánica. Esa es mi idea de pensar.

Aunque Don José (que no tiene Internet) habla de mecánica, lo que nos cuenta va mucho más allá: es una enseñanza para todos los demás ámbitos de la vida. ¿No creen?

Comparto también el asombroso vídeo sobre la construcción artesanal del motor V-12 más pequeño del mundo. No sé a ustedes, pero a mí me parece magia. De la buena.


Pecados profesionales: la soberbia

Nota: entrada del 6/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Decía San Agustín"la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".

De todos los defectos de un profesional exitoso, la soberbia es uno de los más comunes y más difícil de reconocer y evitar. El Diccionario de la Lengua Española la define como "altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros"  y también como "satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás". Estamos hablando, pues, de esa persona que cree que sólo su trabajo es valioso, que todo lo que le antecede es malo, que la única verdad sustantiva es la suya y que los demás siempre están equivocados. ¿Cuántos jefes o compañeros conocen que alguna vez se hayan comportado así? ¿Y cuantas veces hemos caído nosotros mismos en ese comportamiento?

Hace tiempo estudié el caso de un ejecutivo brillante y ambicioso que, recién llegado a la empresa, consiguió en pocos meses desmantelar un proceso de mejora que había costado casi dos años finalizar. Con un prestigioso máster bajo el brazo y convencido de la irrefutable validez de su estrategia, entró como elefante en una cacharrería y desbarató la organización entera. No respetó ni estudió el trabajo de su antecesor ni atendió a sus subordinados, no se preocupó por analizar las fortalezas y debilidades de un negocio que desconocía y gestionó su perseguido cambio de forma deplorable. Los resultados cayeron en picado, se destrozó el equipo humano y él acabó despedido.

Daño para la empresa, daño para las personas, tiempo y dinero desperdiciado... todo ello hubiera podido evitarse con menos soberbia y más sensatez

Estar alerta y saber escuchar son requisitos imprescindibles para cualquier profesional.

  • Estar alerta: ser curiosos, autocríticos e imaginativos para someter nuestro juicio a contrastes sistemáticos y así poder asegurarnos de que la realidad es tal como es y no como nosotros la consideramos. Ejercer la duda constructiva.
  • Saber escuchar: siempre, a compañeros y subordinados, para reconocer otras lógicas, mejores métodos, nuevas ideas o sugerencias originales.

Contra la soberbia, en fin, humildad. Debemos reconocer nuestras propias limitaciones, en el convencimiento de que casi nada se puede conseguir en solitario. Por no decir nada.  

Ahora bien, tal y como apostillaba mi admirado Quevedo, "más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla". Así que, si en algún momento me ven flaquear, les ruego que me lo hagan saber con toda la confianza que me merecen.