José Antonio Millán mantiene abierta desde hace mucho tiempo su página "Perdón Imposible: Guía para una puntuación más rica y consciente ", todo un referente en lo que a redacción textual se refiere. Se trata de una extensión Web de su libro del mismo título. Éste nace de una curiosa anécdota atribuida a Carlos V. Según parece, al emperador le presentaron una sentencia para su firma. En ella se decía: "Perdón imposible, que cumpla su condena". En un momento de magnanimidad, el rey Carlos cambió la coma de lugar y el texto quedó así: "Perdón, imposible que cumpla su condena". Un pequeño gran cambio para el pobre reo.
La anterior anécdota viene a cuento por la poca importancia que solemos dar a la expresión escrita en el día a día de nuestros negocios. Además, a la mayoría de directivos y mandos intermedios españoles nos entra la vena gongorina al redactar informes, memorandos o notas de trabajo. Nos creemos poseedores de una pluma exquisita y empezamos a construir textos floridos, con párrafos interminables, repletos de adjetivos, adverbios, conjunciones y oraciones subordinadas. Textos que uno empieza y no termina nunca de leer, pues son como la escalera de Escher: un puro circunloquio que acaba por devolverte al punto de partida.
La causa de nuestra verborrea se debe, creo yo, a carencias formativas. La enseñanza de una correcta expresión escrita no es asignatura obligada ni en Institutos ni en Universidades; depende mucho de lo que exija cada docente. Tampoco en los masters y cursos de especialización se cuida demasiado esta faceta, otorgándose mucha más importancia a las presentaciones visuales y a la oratoria del individuo.
Sin embargo, no somos del todo conscientes del impacto que sobre el negocio puede tener un informe mal redactado, unas especificaciones imprecisas, unas recomendaciones confusas o un plan de empresa difícil de comprender. Y no digamos ya con imperdonables faltas de ortografía, tan a la orden del día. He leído textos de personas presuntamente bien preparadas que llevaban al puro sonrojo.