Pecados profesionales: la soberbia
Nota: entrada del 6/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.
Decía San Agustín: "la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".
De todos los defectos de un profesional exitoso, la soberbia es uno de los más comunes y más difícil de reconocer y evitar. El Diccionario de la Lengua Española la define como "altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros" y también como "satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás". Estamos hablando, pues, de esa persona que cree que sólo su trabajo es valioso, que todo lo que le antecede es malo, que la única verdad sustantiva es la suya y que los demás siempre están equivocados. ¿Cuántos jefes o compañeros conocen que alguna vez se hayan comportado así? ¿Y cuantas veces hemos caído nosotros mismos en ese comportamiento?
Hace tiempo estudié el caso de un ejecutivo brillante y ambicioso que, recién llegado a la empresa, consiguió en pocos meses desmantelar un proceso de mejora que había costado casi dos años finalizar. Con un prestigioso máster bajo el brazo y convencido de la irrefutable validez de su estrategia, entró como elefante en una cacharrería y desbarató la organización entera. No respetó ni estudió el trabajo de su antecesor ni atendió a sus subordinados, no se preocupó por analizar las fortalezas y debilidades de un negocio que desconocía y gestionó su perseguido cambio de forma deplorable. Los resultados cayeron en picado, se destrozó el equipo humano y él acabó despedido.
Daño para la empresa, daño para las personas, tiempo y dinero desperdiciado... todo ello hubiera podido evitarse con menos soberbia y más sensatez.
Estar alerta y saber escuchar son requisitos imprescindibles para cualquier profesional.
- Estar alerta: ser curiosos, autocríticos e imaginativos para someter nuestro juicio a contrastes sistemáticos y así poder asegurarnos de que la realidad es tal como es y no como nosotros la consideramos. Ejercer la duda constructiva.
- Saber escuchar: siempre, a compañeros y subordinados, para reconocer otras lógicas, mejores métodos, nuevas ideas o sugerencias originales.
Contra la soberbia, en fin, humildad. Debemos reconocer nuestras propias limitaciones, en el convencimiento de que casi nada se puede conseguir en solitario. Por no decir nada.
Ahora bien, tal y como apostillaba mi admirado Quevedo, "más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla". Así que, si en algún momento me ven flaquear, les ruego que me lo hagan saber con toda la confianza que me merecen.