Esto va de Lentejas

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Canallesca Odiadora 2.0

Pasó con Emilio Botín hace unos días y hoy está pasando con Isidoro Álvarez: ha sido conocerse la noticia de su muerte y aparecer la habitual caterva de mezquinos repartiendo porquería sobre su persona. 

Comentarios como este y otros mucho peores son jaleados por una numerosa legión de energúmenos e indignados digitales cuya única actividad conocida es la de manipular y defecar en los trabajos, las casas y las tumbas de los demás. Algunos de ellos se las dan, además, de estrellas intelectuales y mediáticas. Mal síntoma.

Todos los grandes personajes de la historia económica moderna de España tienen luces y sombras, las mismas que cada día se advierten en nuestro sistema político, económico y administrativo, pero la absoluta falta de empatía y respeto de algunos opinadores ante la muerte de uno de ellos me resulta inadmisible y me indigna. 

Una persona que mediante su empresa ha conseguido crear cientos de miles de empleos durante varias generaciones, empresa que además sigue dando trabajo a muchísimos españoles en todo el territorio peninsular (93.300  empleos directos más 20.000 de marcas colaboradoras en sus centros), merece respeto el día de su fallecimiento. No se trata de ocultar la crítica, sino de ser discreto y generoso en ese tránsito que a todos nos tocará pasar tarde o temprano. 

Es una mera cuestión de civismo y educación. Quien no lo entiende así demuestra unas grietas morales difíciles de reparar. ¿Las causas? Ignorancia, inmadurez, necedad... y también envidia., mucha envidia, mal endémico de la sociedad española, siempre reticente hasta la maledicencia en reconocer los méritos de los demás, especialmente si éstos traen consigo fama y fortuna.

Envidiar puede ser sano o ponzoñoso. Cuando la envidia viene acompañada de sincera admiración, es un gran motor de mejora personal, porque emular las bondades de otro resulta una sana forma de aprendizaje. Sin embargo, la envidia que advertimos cotidianamente es casi siempre del tipo enfermizo, una corrosión del alma que impide ver como justos los logros ajenos y les otorga causas irracionales o imaginarias. 

El envidioso carcomido persigue el perjuicio de su envidiado. En ningún caso trata de entenderlo, porque su falta de juicio se lo impide. Acomoda su comportamiento al objeto de su envidia y se convierte en un negativo deforme de persona

Resulta muy difícil defenderse de la envidia, y por ello el daño de un envidioso es tan moralmente destructivo. Irrumpe por sorpresa y nos deja atónitos, al exceder nuestras referencias morales. Por eso también es tan complicado mantener la compostura ante un canalla reconcomido. El problema es que si la perdemos estamos entrando en su juego.  Punto para ellos. Nunca hay que darles tal satisfacción.

Por tanto, ante un odiador envidioso o de otro tipo, sólo cabe reaccionar con serena firmeza, denuncia pública y bloqueo mediático.  

Además, como podrán comprobar en el vídeo, los trolls acostumbran a ser tipos muy lastimosos. Lo mejorcito de cada casa.